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Nueces, almendras y sésamos de mi corazón,
Inauguramos el año con un pequeño ensayo que mañana se hará público, y que encapsula algunas de mis reflexiones y convicciones maduradas a lo largo de los últimos años, y que 2020 ha reforzado aún más si cabe.
Podría resumirse como «empoderamiento creativo», que es mi gran objetivo de 2021: poner en marcha un ecosistema floreciente de creación vegetófila (pero que me permita explorar cosas raras y tangencialmente conectadas al reino vegetal), que aporte un poco de valor y belleza al mundo.
Llevo muchos años sembrando semillas. Mi deseo para este 2021 es que muchas de estas empiecen a germinar y a crecer con fuerza, sentando las bases para un jardín sanamente asilvestrado y sostenible.
Y como tú me estás ayudando a lograrlo, quería compartirlo contigo un poquito antes que con los demás ❤︎
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Hace unos años coincidí en una tertulia radiofónica con una librera; yo había publicado recientemente Cuéntame, Sésamo, y por algún extraño motivo salió el tema de la publicación independiente. Recuerdo con nitidez los improperios que la librera lanzó contra los «libros autopublicados» como algo que devaluaba la noble vocación del sector editorial.
En aquella ocasión, con calma pero con firmeza, manifesté que discrepaba de su juicio. Expresé que, en mi opinión, existían dos tipos de libros: los que estaban mal hechos, y los que estaban bien hechos. Y que estas categorías no se correspondían necesariamente con «libros publicados de forma independiente» vs. «libros publicados por un sello editorial a la vieja usanza».
Lo importante es que un libro esté bien hecho. Bien pensado, bien escrito, bien editado, bien publicado.
Todo lo demás es secundario.
En los últimos cinco años he publicado tres libros en castellano: dos títulos para personas adultas, con la editorial Ariel. Uno, para público infantil, con la editorial A Fin de Cuentos. Y estoy contenta.
Mis próximos proyectos, en cambio, se publicarán de forma independiente: el único sello editorial que apueste por sus contenidos seré yo misma.
Eso querrá decir que yo soy la responsable última de… todo.
Además de componer y redactar todos los textos, debo decidir y encargar la portada, gestionar la maquetación para la impresión bajo demanda, preparar los archivos para las versiones digitales, gestionar los trabajos de edición y corrección del texto, conseguir las ilustraciones.
Aquí, dos de las maravillosas ilustraciones para la (futura) edición impresa de Senderos de Savia, por Gavina Ligas de Atelier Aletheia: mijo escobero y altramuces. Puedes descargarte el índice del libro más abajo, en caso de que no te haya llegado :)
Eso no quiere decir que lo haga yo todo. El material pasará por los mismos tipos de filtros, internos y externos, por los que han pasado mis obras publicadas a la manera tradicional. Cualquier libro que salga ahí fuera con mi nombre en la portada no debe pasar vergüenza al colocarse junto a mis otras obras: no hay compromisos en cuanto a calidad.
Editar un libro de forma independiente significa más trabajo, más responsabilidad, y menos visibilidad (porque habrá muchas librerías que no se enteren de que estos libros existen, y otras muchas que, aun sabiéndolo, no querrán venderlos, por prejuicios varios). Será un camino cuesta arriba.
Y entonces, ¿por qué embarcarse en una empresa así, que está mal vista por la mayoría de personas, y que encima te cuesta trabajo, dinero, y tiempo?
El motivo es sencillo: creo que es hora de que quienes creamos nos coloquemos en el centro del sistema.
Razones parecidas me llevan a abastecerme de producto fresco en el mercado de los agricultores, porque creo en las cadenas cortas, en el km 0, en conocer personalmente a la persona que ha producido las coles que compramos y comemos. En que sea el sector que produce esas verduras quienes cosechen también la mayor parte de los méritos y los beneficios.
En estos momentos, el mundo editorial no es escritor(a)-céntrico, y no está especialmente preocupado por lograr que los escritores podamos vivir de nuestro trabajo. Las condiciones mismas en las que ha surgido el sistema lo convierten en algo casi imposible, dado que:
1) Un escritor suele recibir alrededor de un 10% de regalías sobre el precio de cubierta de un libro;
2) Estas regalías se cobran una vez al año, y
3) Hasta el momento en que llega el cobro, resulta imposible saber con certeza cuántos ingresos vas a tener (porque las librerías pueden devolver los libros que no se han vendido…).
Eso significa que, para ganar un sueldo de 1.000€ brutos (a los que deberían descontarse cuotas varias), y si tomamos como ejemplo el Libro de las plantas olvidadas (que cuesta unos 24€), deberían venderse 420 libros físicos cada mes.
Por bueno que sea tu libro… la cosa está complicada.
Las editoriales, lo sé, tampoco lo tienen fácil, y operan con márgenes parecidos a los de los autores.
Pero yo no soy una editorial, sino alguien que tiene el loco sueño de conseguir vivir de lo que escribe. Y me da rabia ver cómo la sociedad da por sentado que es algo justo y deseable que librerías, distribuidoras o editoriales vivan de su trabajo, pero asuma automáticamente que un escritor tiene que tener otro trabajo, «uno de verdad, que pague las facturas», porque «todo el mundo sabe que escribir no da de comer».
Y que nadie lo cuestione.
Que nadie se plantee que no está bien que «escribir no dé de comer», que no es una ley cósmica sino el resultado de un sistema humano diseñado sin poner a los escritores en el centro, un sistema que relega al margen a las mismas personas que lo hacen posible (porque ya me dirás de qué sirve un sistema editorial si nadie escribe libros…).
Un sistema que, en mi opinión, debe cambiar.
Y ese cambio pasa por que quienes escribimos seamos conscientes de que no somos víctimas. De que podemos ocuparnos, si queremos, de crear cadenas cortas que nos conecten con las personas que vibran con lo que creamos, y que quieren apoyarlo, porque saben —sin necesidad de que un sello editorial dé o no su aprobación— que lo que hacemos es bueno, bello, necesario.
Senderos de Savia va a publicarse de forma independiente, y eso significará que la edición electrónica costará 7€; a mí me llegará aprox. el 70% del total. La versión impresa (bajo demanda, lo que significa que no hay stock: no se imprime nada que no vaya a comprarse) costará el doble; aún no he calculado los márgenes, pero me llegará más de un 10%, eso te lo garantizo.
Nadie va a tropezarse con él en una librería, porque —aunque pudiesen encargarlo— las librerías necesitan sus márgenes, y quieren comprar libros con rebaja. Normal. Cada uno vela por su propia supervivencia. Intentaré que puedan encargarse en librería, pero no sé si lo conseguiré, o si tocará limitarse a plataformas en línea, por circunstancias fuera de mi poder.
Estaré encantada de seguir creando libros en colaboración con editoriales tradicionales que me merezcan respeto, admiración y confianza (de hecho, tengo un proyecto tradicional en marcha). Y voy a seguir comprando mis libros tradicionales en librerías tradicionales, ofreciendo mi apoyo.
Pero creo que el sistema tradicional tiene que cambiar.
Y si no quiere, o no puede, habrá que operar fuera de él, sin renunciar a la calidad o a la integridad del resultado.
Y así me convierto en escritora híbrida, como los limones, con una pata dentro del mundo tradicional y otra en el mundo de la creación independiente. Buscando vías alternativas para sostener lo que hago (como micromecenazgos en Patreon mismo, que me dais la vida ❤︎).
Aún estamos lejos. El camino no es fácil (pero ¿quién dijo que lo sería?). No he aspirado nunca a que me regalen nada o me subvencionen; no quiero tiritas ni analgésicos.
Mi sueño es crear obras que mejoren el mundo, que aporten valor a las personas que dialogan con ellas, y poder vivir dignamente de ello.
No tengo la menor garantía de lograrlo; nadie me debe nada, y no lo pretendo.
Pero quiero creer que al menos es posible.
¡Y espero no ser la única!
De hecho, tu presencia e interés al otro lado de la pantalla-página-altavoz es la clave para que esto funcione... y por ello siempre te estaré agradecida.
Porque el sistema editorial, en esencia, no es más que el mecanismo que hemos inventado para conectar a personas que quieren compartir un mensaje, con personas que quieren recibirlo.
Y puede ser muy largo, enrevesado y complejo, o tremendamente simple.
Las únicas piezas indispensables somos tú y yo, y una plataforma para compartir el mensaje...
... y ellas, claro: las plantas, cuya clorofila siempre nos acompaña.
Sí, mi compi de foto aquí arriba es un tejo (Taxus baccata) precioso... y sí, la foto de cabecera es mi escritorio. Con retoques mínimos pa' la foto (quitar pañuelos de papel de en medio, y añadir una hortensia seca que normalmente está a 60 cm encima de la mesa), ahí es donde trabajo durante los meses más frescos del año. A ver si localizas la cuchara-incensario, el índice gráfico de Senderos de Savia (o el boceto inicial), el olíbano y el guggul...